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domingo, 15 de enero de 2017

Los rusos reciben al general libio Haftar en el portaviones Almirante Kuznetsov



El dia 11 de este mes el general libio Jalifa Haftar, dirigente del Ejército Nacional Libio, fue recibido en el portaviones ruso Almirante Kuznetsov, donde se entrevistó por videoconferencia con el Ministro ruso de Defensa Serguei Choigu.

En diferentes ocasiones hemos glosado aquí la personalidad del renegado Haftar, un antiguo colaborador de la CIA contra Gadafi que ha vuelto a cambiar de bando, por enésima vez, aunque en esta ocasión el viraje es muy significativo de la marcha de los acontecimientos en el Mediterráneo, algo que acabará afectando a España en un futuro inmediato.

En la Guerra de Libia el general Haftar, que ahora se hace llamar “mariscal”, es un tercero en discordia que acaba de saltar al primer puesto de la clasificación general y tiene muy claro lo que necesita para consolidarse en ese puesto: tiene que situarse del lado de Rusia porque la oscilación que se está produciendo en el centro de gravedad que empieza en Afganistán, pasa por Oriente Medio y se desplaza del Mediterráneo oriental al occidental.

En noviembre Haftar volvió de Moscú con un regalo importante debajo del brazo, según comentó hace unos días al diario italiano Il Corriere della Sera en una entrevista. El Kremlin se ha comprometido a que la ONU levante el embargo de armas impuesto a Libia a fin de que Rusia se convierta en su suministrador.

La explicación de Haftar al diario no podía ser más realista: como Libia está en guerra, las cuestiones políticas pasan a un segundo plano. El general también envolvía esa guerra en el marco tan actual de la lucha contra el terrorismo, lo que no deja de ser un subterfugio por su parte que le permite, de momento, aparcar sus diferencias con el llamado gobierno “de unidad nacional” de Fayez Serraj. Primero hay que ganar la guerra y luego ya hablaremos de política, decía Haftar al Corriere della Sera.

Claro que, una vez ganada una guerra, no tiene mucho sentido hablar de negociaciones, por lo menos en una situación de paridad.

Libia es un país destruido por la OTAN desde 2011, a donde ha llevado la guerra civil y el terrorismo lo mismo que a otras regiones del mundo. En 2014 se celebraron unas elecciones generales cuyo resultado no fue admitido por el Parlamento, que dominaban los yihadistas. A partir de entonces se formaron dos bandos. Los yihadistas instalaron su gobierno en Trípoli y el nuevo Parlamento instaló el suyo en Tobruk con el apoyo de la ONU.

En medio de la batalla que empezó a librarse a partir de entonces, apareció el Califato Islámico, que se instaló en Sirte, de donde fueron desalojados el pasado año.

En medio de la guerra fue pasado a un primer plano el general Haftar quien, aparte de enfrentarse a los yihadistas, considera que en el gobierno de Tobruk los Hermanos Musulmanes, a los que califica como terroristas, es decir, al mismo nivel que el Califato Islámico, tienen un peso excesivo.

La Guerra de Libia amenaza con desestabilizar todo el norte de África. Incluso los Emiratos Árabes Unidos han instalado una base militar en Libia, aprovechando el caos. El desenlace de la misma es uno de las mayores preocupaciones para Egipto, que quiere barrer de Libia a los Hermanos Musulmanes, por lo que apoya a Haftar. De Libia la guerra ha llegado hasta Mali, un país invadido por los imperialistas franceses en el mismo corazón de África.

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