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sábado, 22 de junio de 2013

Origen Judío en la Capilla Sixtina


Maqueta del II templo de Salomón, reconstruido y embellecido por Herodes.


             Las discrepancias entre el judaísmo y el cristianismo han sido una constante a través de los siglos.  Las tormentosas relaciones y múltiples acusaciones llevaron a distanciar los pensamientos de unos y otros, y la convivencia entre los dos pueblos hermanos nunca resultó fácil. Siento un profundo respeto y admiración por el judaísmo, quizás llevada por los sentimientos y por la interminable diáspora que han mantenido a lo largo de la historia. El Judaísmo se instauró hace 4000 años y fue la primera religión monoteísta.  Historicamente está considerada la cuna del cristianismo y del Islán. La diferencia primordial es que el judío espera la llegada del Salvador, mientras que para el cristiano, Jesucristo ya ha llegado en forma de hombre, murió en la cruz y resucitó.

           Por todos es sabido la fascinación que provoca uno de los lugares más enigmáticos del mundo y que se encuentra situado en el interior de la antigua fortaleza de la Ciudad del Vaticano.  La inmensa mayoría de personas que visitan la Capilla Sixtina no ven más que un lugar sagrado de la cristiandad con una inmensa bóveda pintada, pero su verdadero significado y simbología está oculto bajo aquellos muros.


Capilla Sixtina desde la cúpula de San Pedro


              La historia se remonta hace seis siglos cuando Francesco della Rovera, más conocido como el Papa Sixto IV se encargó de revivir el antiguo esplendor de Roma restaurando iglesias, museos, bibliotecas, calles e iniciando una colección de arte que siglos después conformarían el Museo Capitolino (el más antiguo de Roma).

               Pero su proyecto más ambicioso fue la reconstrucción y ampliación de la denominada  Capella Palatina, la capilla papal  levantada en la Edad Média.  Sixto IV, gran conocedor de la Biblia y versado en las Sagradas Escrituras, obviando las leyes Talmúdicas mandó construir en la Roma Renacentista una copia en tamaño natural del Sancta Sanctorun, el templo Sagrado de Salomón guiado por los escritos del profeta Samuel en la Biblia. Al templo se le denominó Capella Sistina (Capilla Sixtina) cuyas dimensiones son exactamente iguales al primer Templo Sagrado construido por el Rey Salomón en el 930 a. d C.  En mi reciente visita pude comprobar pero no fotografiar, porque está prohibido el uso de cámaras en el interior de la capilla, como en  el embaldosado de la Sixtina se ven los denominados Sellos de Salomón (Estrellas de David).  O sea, existen numerosas evidencias de la coexistencia del judaismo en el mayor templo de la Cristiandad.


Suelo de la Capilla Sixtina. En este mismo lugar se queman los votos para producir el humo durante el Cónclave.
Fotografía: Libro de Benjamin Blech. Capilla Sixtina.


             Para los judíos aquello resultó un agravio, ya que según la tradicción no podía construirse ninguna copia del Templo de Salomón en ningún lugar del mundo que no fuese el Monte Sagrado de Jerusalén. Hay quien argumentó que la finalidad era demostrar que no había discrepancias entre la religión judía y la cristiana, cuando ocurría justamente lo contrario. El Vaticano acusaba directamente a los judios de haber asesinado a Jesús y de rechazar los Evangelios, justificando el consiguiente castigo de la pérdida de su Templo Sagrado y la condena a vivir errantes en el mundo,  promoviendo a su vez diversos actos de intransigencia dificiles de entender actualmente.


Piso Cosmati en la Capilla Sixtina


             Tuvieron que pasar siglos y tras las consecuencias del Holocausto y el surgimiento del estado de Israel, la Iglesia Católica decidió mantener un acercamiento al judaísmo.  Comenzó por lo tanto una etapa de diálogo que culminó con la gran motivación del Papa Juan XXIII tras pronunciar aquella frase “La iglesia necesita una ráfaga de aire fresco para emerger de nuestro único ghetto”,  sin saberlo sus palabras derivaron en el Concilio Vaticano II,  con la idea de orientar a la iglesia hacia el mundo no-católico y culminando el 28 octubre de 1965 con la Declaración Nostra Aetate, cuya finalidad fue promover la reconciliación entre judios y cristianos.

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